¿Quiénes pagan los platos rotos?
Luis Torre Aliyán
“Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro”, dijo alguna vez Winston Churchill.
Es evidente que hoy, el gobierno federal nos mira como al lobo que hay que abatir. De otra forma cómo entender las declaraciones del gobernador Morenista de Baja California, Jaime Bonilla, al agredir así al sector empresarial: “Los empresarios ahí están chillando más que un puerco atorado en un cerco”.
Primero, considero no debe generalizar que los empresarios no pagamos impuestos, hay quienes sí lo hacemos, hay quienes no, hay a quienes “se les atoró la carreta” y están por hacerlo. Y, segundo, no debe ni puede, desde su posición, conducirse de manera ofensiva a ningún sector de la sociedad. A ninguno ¿eh?
Aunque, debo reconocer que le asiste la razón en algo al gobernador Morenista: sí estamos chillando como puercos atorados en un cerco, pero no para no pagar los impuestos que correspondan, lo estamos haciendo por lo deficiente que resultan los servicios de seguridad social para los trabajadore; por el corrupto desahogo de los créditos de INFONAVIT y sus eternos abusos a la clase trabajadora; por el nulo crecimiento económico del último año; porque está acreditada la desconfianza para invertir en nuestro país; y sobre todo, por el asfixiamiento que empezó el año pasado y que amenaza ser este aún peor en todos los rubros, empezando por el fiscal, atendiendo a las últimas reformas.
Pero para ponerlo en perspectiva, ¿Quiénes pagan los platos rotos? ¿A quiénes lastima realmente esta embestida del gobierno federal contra los empresarios? Reflexiónelo, estimado lector. ¿Al empresario y a su familia? ¿O a los trabajadores?
A ver, el empresario -en su mayoría-, tiene la vocación de generar riqueza, por supuesto para él y su familia, pero también para sus colaboradores. Hace, con sus valientes decisiones (y digo valientes porque ponen en riesgo su capital) que se dinamice la economía.
Pero lo más importante es que procuramos en la medida de nuestras posibilidades generar más empleos y que los que otorgamos sean para darle cada vez mejor calidad de vida a nuestro equipo de trabajo y a sus familias.
Entonces, sí; sí chilla como puerco atorado en un cerco el sector empresarial, pero de ver su realidad, aderezada por la indiferencia e insensibilidad de un gobierno federal que ve al sector como enemigo.
Los datos oficiales del mismo gobierno federal dan cuenta que en diciembre de 2019 se perdieron 382,210 empleos formales en el país, el peor mes desde que el IMSS lleva este registro, 1997.
El panorama, como se ve, no es alentador, por eso chillamos como puercos, aunque al final, lamentablemente, quienes paguen los platos rotos sean los trabajadores