DON ELEAZAR CASTRO (+), JOSÉ JOSÉ (+)
Por Azahel Jaramillo H.
Este sábado 28 de septiembre falleció en el puerto de Tampico un hombre de cuna muy modesta que con decisión y trabajo se superó. Me refiero a Don Eleazar Castro, un hombre que a los suyos platicaba como había llegado a la ciudad siendo un niño de campo. Batalló, se abrió paso solo en la vida. Y logró formar una familia fuerte. Este fin de semana fue velado en Funerales Altamira. Cuenta uno de sus hijos que a Don Eleazar le gustaba mucho la canción “Sin fortuna”, de Gerardo Reyes: “Yo nací sin fortuna y sin nada/desafiando al destino de frente/ignorandome toda la gente/más de pronto mi suerte ha cambiado/y de pronto me vi entre la gente”. Sinceras condolencias a su hija la periodista Lic. Martha Patricia Castro y su familia. Don Eleazar Castro: Descanse en paz.
Y también un hombre fuerte, artista, famoso, murió este sábado 28. Me refiero a José Rómulo Sosa Ortiz, José José.
A principios de los 90tas vino a Ciudad Victoria, donde charló con periodistas. Traía gana de platicar. Sentado a la mesa con el empresario-político Gustavo Cárdenas nos dijo: Que bonito es llegar a un lugar donde uno sabe que hay familia de por medio. Mi compadre Rafael Diez Piñeyro, con quien tengo la friolera de veintitantos años de conocernos, lo sabe. Vine a Victoria hace tres años y medio a, en plan social, a apadrinar a mi hoy ahijado Rafa”.
No me gusta hablar de mí, pero estoy en la Historia como el máximo vendedor de discos de este país, con 30 millones de copias.
Mi madre, al principio, fue quien más me ayudó en mi carrera de cantante, porque mi papá se oponía rotundamente a que mi hermano Gonzalo, que es tres años menor que yo, anduviéramos en esto.
¿De no haber sido cantante, que sería ahora José Sosa? ¡Quién sabe! Mi intención era fue estudiar aviación. Empecé el primer año de Mecánica. Eran dos, para empezar luego otros dos años de Vuelo, pero cerraron la escuela y yo encontré mi destino y empecé a dar serenatas en la calle. Y como resultado de una serenata me invitaron a hacer una prueba en Discos Orfeón, y me contrataron. En octubre de 1965 hice mi primera grabación. El Mundo, de Jimmy Fontana, de Italia.
Como no pasó nada con mi carrera de solista en 65, en el 66 empecé a tocar el contrabajo en un grupo, y mi abuelita me prestó dinero para comprar un bajo eléctrico. Me fue tan bien que de plano mi mamá dejó de trabajar; cerramos una supercocina que tenía y yo me compré un coche último modelo. Vivimos muy bien. Ganaba yo diez mil pesos de aquella época a los 19 años. Estaba yo increíble pero se viene el lanzamiento para grabar como solista en RCA, y hablé con mi mamá “Mamá, no me van a dejar trabajar para que surta efecto el lanzamiento”. Tuve que agarrar la guitarra otra vez, andar correteando borrachitos para que nos pagaran las serenatas. Era horrible. Y tuve problemas para acabar de pagar el coche. Mi mamá volvió a abrir una supercocina, pero muy chiquita, ahí a media cuadra de la casa de ustedes, en el barrio de Clavería, en México. Y de ahí nos mantuvo todo el 69 con la creencia firme de que yo podía ser solista. Salió mi primer disco ya como José José, el de Sólo una mujer, Cuidado, Sin Ella… No pasó nada. Pero a fines del 69 me salvó La Nave del Olvido, que grabé en octubre y apareció en diciembre. Se convirtió en éxito a principios del 70: enero, febrero, y marzo. Y en marzo me inscribieron en el Festival Mundial de la Canción Latina, con El Triste. Tengo mis portadas de esos discos en hebreo, en ruso, en japonés. Teníamos programa de radio en Japón. Duró cuatro años ese programa.
Para mi primer LP adopto el nombre de José José. Acababa de fallecer mi papá y por honrar su memoria es que llevo el nombre doble. De todos mis discos, el que más se ha vendido es Secretos, de Manuel Alejandro, con cuatro millones de copias.
Yo le pido a Dios poder ir de la mano en dos aspectos, el profesional y el personal, como hombre… sobre todo llegar a abuelo. Ver a mis hijos grandes, realizados, y poderles ayudar plenamente.
De Anel aprendí, antes que otras cosas, la fidelidad que existe cuando hay amor de los de a deveras, cuando hay una preocupación por el ser que se ama. Porque fue importante la participación de mi esposa en esa fase de mi alcoholismo. Me dio lo que necesitan todos los enfermos de alcoholismo: la comprensión de sus seres queridos. El alcohólico no solo está terminado consigo mismo sino con su familia, con sus hijos. Y yo en esa época, gracias a Dios, tuve todo el apoyo para salir adelante.
Mi separación de Anel, es obvio, va a afectar mi carrera. Cuando hay inestabilidad emocional se refleja inmediatamente en tu labor profesional. Es inevitable porque las gentes que somos sensibles no podemos fingir. El artista perfecto es aquel que verdaderamente sabe cubrir por completo sus emociones. Y sale al show como si nada pasara. Yo no puedo fingir.
Soy sencillo porque eso es una herencia. Todos somos gentes preciosas. Mi madre—aquí no me dejará mentir mi compadre Rafael Diez—es una gente excepcional, con una dulzura impresionante para tratar a la gente. Nos educó tipo Banderilla, Veracruz, donde nació. Con respeto por la gente. A nosotros se nos enseñó que el señor de la basura, que recoge el bote de la basura, es don Joaquín, y el señor zapatero es don Pedro,y el señor de la tienda es don Miguel.
El momento más triste de mi vida fue el ver como se me fueron las facultades de cantante a raíz de un paro respiratorio, contra el cual he luchado de 1972 a la fecha. Toda la vida con una camiseta de por medio, con terror al aire acondicionado, al frío, al hielo, al humo. Estuve dos meses con oxígeno en un hospital. De ser el niño más bonito del cuadrante, pasé a ser el enemigo público número uno, me dio por beber. Era desesperante. Llegaba la gente y decía: “¿Te acuerdas cuando eras José José?”