¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN RIESGO EN MÉXICO?
Por Carlos Gerardo Cortés García
Las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador fueron efectivas en los primeros años del sexenio de Vicente Fox, cuando él era jefe de gobierno del Distrito Federal, porque le arrancaba al presidente panista los temas de la agenda nacional y, hay que recordarlo, desde entonces el tabasqueño ya andaba en campaña presidencial. Y hoy, las mañaneras siguen siendo la expresión más nítida y elocuente de que López Obrador sigue en campaña, pero ahora ya desde el poder.
Jorge Ramos, periodista de UNIVISION, no ha logrado escribirlo mejor: “A pesar de la clara apertura periodística durante las Mañaneras, López Obrador ha utilizado sistemáticamente ese espacio para desacreditar a reporteros, columnistas y a medios de comunicación que lo critican. Les llama “prensa fifí”, entre otros calificativos (como conservadores y deshonestos). Él dice que solo está ejerciendo su “derecho de réplica”. Y lo tiene. Las Mañaneras gozan de una gigantesca distribución en las redes sociales y, muchas veces, dominan las noticias en los medios de comunicación tradicionales”.
“Pero las fuertes críticas desde Palacio Nacional a periodistas incómodos son preocupantes en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Seis periodistas han sido asesinados desde la toma de posesión de AMLO el 1 de diciembre. Y desde el año 2000, según la organización Artículo 19, al menos 124 personas han muerto por su labor periodística. En México, los periodistas caen como si estuvieran una zona de guerra. Fundamentalmente por la narcoviolencia. Y el presidente puede y debe hacer mucho más para proteger a mis valientes compañeros”.
Me parece que, en un principio, la Mañanera desde el Palacio Nacional intentó ser una buena herramienta de comunicación y dibujó a López Obrador como un comunicador por excelencia. Lamentablemente, este escenario duró muy poco, por lo que hay que reconocer que, como toda estrategia exitosa, si no la cuidas, las bondades no duran para siempre. Y, como en todo, los excesos han ido dando al traste con los proyectos. El caso es que la Mañanera, como herramienta de comunicación del titular del ejecutivo federal se diluyó, y en pocas semanas dejó de tener efectividad: la defensa a ultranza de sus decisiones, los enfrentamientos con periodistas y reporteros en vivo, la descalificación de sus adversarios, y lo peor, la descalificación de sus propios funcionarios, han dado al traste con las Mañaneras y con su estrategia de comunicación. La única razón que prevalece en esos espacios, y en general en la estrategia del presidente, es la absolutista verdad presidencial.
Es López Obrador el único presidente en el mundo que utiliza una herramienta de comunicación de estas características y que pudiera ser exitosa, pero la soberbia, el autoritarismo y los excesos contra los comunicadores, y en general contra sus adversarios, desde el pináculo del poder en México, están dando al traste con lo que debería ser uno de los más preciados tesoros de nuestro país: la libertad de expresión.
Nadie puede quitarle al presidente López Obrador su derecho a responder cuestionamientos publicados en medios de comunicación. Eso es un hecho. Pero el problema estriba en que lo que hace el presidente no es precisamente ejercer la réplica, sino que descalifica moralmente a quien discrepa de las cifras, los datos, los números o las circunstancias presentados por el titular del ejecutivo federal.
Es necesario destacar el extraordinario papel de la sociedad civil, la academia y también de actores judiciales y políticos, quienes han empujado para conseguir reformas institucionales, cambios legislativos y decisiones judiciales que permitieron avances notorios en materia de acceso a la información pública, despenalización de los delitos que criminalizan expresiones sobre asuntos de interés público, la reforma del sector de medios audiovisuales y la búsqueda de mayor transparencia en la relación entre el Estado y los medios de comunicación, esto último algo que se logró parcialmente. En general estos cambios se encuentran en línea con los estándares del sistema interamericano, por lo tanto, México tiene por delante varios desafíos, pero no comienza de cero. Y en ese sentido, López Obrador debe continuar con esta línea de garantizar el respeto a la Libertad de Expresión. Cuesta y es difícil, pero es obligada si quiere dar resultados desde el ejecutivo federal.
Un dato más: Marco Levario Turcott, director de la revista Etcétera, en entrevista con Luis Cárdenas, dijo que el gobierno de López Obrador tiene toda una estructura de propaganda y sus conferencias de prensa, son parte de ella y facilitan que ésta se despliegue de una manera más amplia y explicó que en este contexto se inscribe la farsa que se montó en la rueda de prensa del pasado lunes 16 de abril, donde un presunto periodista le hace una pregunta a modo para darle la pauta al presidente de lanzar una advertencia a los periodistas que lo critican: “Si se pasan, ya ven lo que sucede” y lo hace escudado en “el pueblo” como suele hacerlo cuando no quiere hacerse responsable de sus actos.
De esta forma, abundó, la oficina de Comunicación Social de la Presidencia a cargo de Jesús Ramírez, le “pone la mesa” a alguien que en realidad es un cabildero de personajes políticos de la clase política gobernante para descalificar a Jorge Ramos, quien, con datos en la mano, cuestionó el viernes al presidente por la problemática de violencia que se vive en el país. Y el presidente ve en ello la ocasión para poner más tensión a su relación con la prensa.
Levario Turcott consideró que el presidente no está midiendo el alcance que pueden tener sus palabras y sus constantes amagos a los periodistas que lo cuestionan, y esto es delicado, tomando en cuenta el contexto adverso que hay para el ejercicio del periodismo en México y que en su gobierno ya han sido asesinados siete informadores. Por cierto, -dijo- el mandatario no ha tenido una sola referencia a cualquiera de estos asesinatos.
El presidente de México es, sin duda alguna el responsable no sólo de respetar y cuidar, sino de garantizar e incrementar la libertad de expresión, protegiendo este derecho y protegiendo también a quienes la ejercemos cotidianamente como parte de nuestro desarrollo profesional, porque el cambio de régimen que tanto ha pregonado no debe ser un cambio a capricho sino un cambio incluyente. Un cambio a modo y gusto de quien ostenta el poder, un cambio sin libertad de expresión y sin derecho a la información, puede convertirse en un peligroso viraje hacia el autoritarismo, que daría en la torre con la búsqueda de la real democracia a que aspiramos en México.
Gracias por recibirnos. Sus comentarios son bien recibidos en nuestro correo electrónico [email protected]. Y también estamos en twitter @CarlosCortesMX.