¿Insensibilidad, indiferencia o desfachatez?
Por Luis Torre Aliyán
No sé si sea el efecto de la “cuarta transformación”, aunque no creo porque esto empezó desde antes: la sociedad (toda), de dos o tres años para acá está pasando por un proceso de cambio o renovación.
La forma en que el pueblo analiza la política, percibe a sus gobernantes, y más aún, la manera en que se forma un criterio sobre tal o cual tema, es mucho más informada que hace años, puede ser bien o mal informada, pero más informada al fin; esto en virtud de las redes sociales, con sus luces y sombras…
Soy más claro: lo que es una realidad es que la gente se interesa mucho más por la cosa pública, y eso, desde mi punto de vista, como lo he sostenido en otras ocasiones, por sí solo hace que las reglas hayan cambiado.
No obstante, considero que algunos tomadores de decisiones no son sensibles a ese proceso de cambio o renovación que sufre la población en relación a los temas públicos, e insisten sistemáticamente en no incorporar a su agenda discursiva ni a su agenda de acción las necesidades primarias de las personas, esto aunque las prioridades de la agenda de la clase política deberían ser siempre un reflejo de las prioridades de la sociedad: así de sencillo.
Porque hoy, con tanta y tanta información por todos lados, la ciudadanía puede advertir con suma claridad cuando no hay coherencia entre la agenda de una autoridad, y lo que la comunidad a la que representa esa persona estima más relevante.
Y es que antes de este proceso de renovación del pueblo, al que me refiero, las reglas en política eran distintas: si un tomador de decisión en cualquier nivel de gobierno (alcalde, gobernador o presidente) establecía como prioridad en su agenda, por ejemplo, la educación o la infraestructura –porque así veía el mundo el líder de ese gobierno- entonces la educación y la infraestructura se convertían en los ejes principales del actuar de dicha administración, pero, hoy, esa regla no la tolera la mayoría.
Pues ahora es la sociedad quien pone sobre la mesa cuáles son sus prioridades básicas, mismas que debieran ser incorporadas bajo la misma característica de prioritarias en la agenda discursiva y de acción de quienes toman decisiones, punto.
Pero, aunque se lee simple, increíblemente a veces no se da.
¿Insensibilidad, indiferencia o desfachatez?
¿Será insensibilidad política de algunos tomadores de decisiones para no advertir que las reglas cambiaron y distinguir cuáles son las inquietudes principales de sus representados?
¿Será simplemente indiferencia a la agenda de la sociedad, de tal suerte que aún sabiendo cuáles son las necesidades primarias de la gente no se incorporen éstas en el eje central de su agenda política?
¿O, de plano, será la desfachatez de, sin ser insensible ni indiferente, se estimen caprichosamente de mayor prevalencia otros temas sobre los verdaderamente importantes?
¡Híjole! No lo sé. Pero sí creo que las reglas cambiaron y, que hoy, el costo político por no ver las cosas como las ve la sociedad es altísimo, aunque más alto todavía lo es, el costo que paga la comunidad por ese error.